Fundamentos del Transporte Urbano en los Municipios de México

Cuando un ciudadano me pregunta '¿qué es el transporte urbano?', mi respuesta siempre es la misma: es el sistema circulatorio de tu ciudad. Es lo que permite que la gente llegue a su trabajo, los niños a la escuela y los productos a las tiendas. En México, este sistema es una compleja red de personas, vehículos y calles cuya gestión recae directamente sobre los hombros del gobierno municipal: el alcalde, los síndicos y los regidores. Son ellos quienes tienen la enorme responsabilidad de que este sistema funcione para todos.

Aquí es clave entender la diferencia entre transporte urbano y suburbano. El urbano se mueve dentro de la mancha urbana consolidada. El suburbano es el que conecta con esas zonas de la periferia que han crecido sin control. Pensemos en alguien que vive en Ixtapaluca y trabaja en la Ciudad de México; su viaje diario es una odisea que le cuesta tiempo, dinero y calidad de vida. Esta desconexión es una de las grandes fuentes de desigualdad en nuestro país. Integrar estos dos mundos no es un lujo, es una necesidad para construir ciudades más justas.

Durante años, el desarrollo urbano y el transporte han ido cada uno por su lado. Construimos fraccionamientos lejísimos, sin servicios, y luego nos preguntamos por qué todo el mundo necesita un coche. El resultado: un tráfico infernal. La solución no es construir más puentes o segundos pisos, eso es como aflojarse el cinturón para curar la obesidad. Un transporte urbano sostenible nace de una planificación inteligente: ciudades más compactas, donde puedas ir caminando a la tienda, en bici al parque y en un buen transporte público a tu trabajo. Esto se conoce como Desarrollo Orientado al Transporte (DOT), y es el modelo que los ayuntamientos visionarios ya están adoptando.

En México no tenemos un 'ministerio de desarrollo urbano y transporte' como tal, pero la SEDATU (Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano) es quien pone las reglas del juego a nivel federal. Piénsalo como el director de orquesta. La SEDATU, a través de leyes como la Ley General de Movilidad y Seguridad Vial (LGMSV), nos da la partitura. Esta ley fue un parteaguas, pues reconoce que moverse es un derecho humano y nos dice claramente: primero el peatón, luego el ciclista, después el transporte público y al final el coche. Esto obliga a cada municipio a cambiar el chip. Los regidores tienen que estar muy atentos para que los proyectos locales se alineen con estas directrices federales, porque de ello dependen recursos y financiamientos clave para transformar nuestras calles y avenidas.

Intersección urbana en una ciudad mexicana mostrando infraestructura para transporte sostenible: carril de metrobús, ciclovía y cruces peatonales seguros.

Retos Monumentales del Transporte Urbano y Suburbano en México

La movilidad en la mayoría de los municipios de México es una carrera de obstáculos diaria. El principal monstruo que enfrentamos es la congestión. No es solo el estrés de estar parado en el tráfico; son horas de vida que no recuperamos, dinero que se quema en gasolina y una productividad que se va por el desagüe. El problema de fondo es nuestra adicción al automóvil particular, una adicción que hemos alimentado por décadas al priorizar la infraestructura para coches sobre las personas. Y esto tiene un efecto dominó: si hay tráfico, la patrulla no llega, la ambulancia tarda más y hasta el camión de la basura se retrasa. Todo el aparato municipal se vuelve lento e ineficiente.

Luego está el veneno que respiramos. El sector transporte es uno de los principales culpables de la contaminación del aire en nuestras ciudades. Esto no es un dato abstracto, se traduce en niños con asma, adultos con enfermedades del corazón y un gasto enorme para el sistema de salud pública. Hablar de un transporte urbano sostenible es, antes que nada, hablar de salud. El reto es mayúsculo cuando vemos la flota de microbuses y combis, muchas veces viejas y mal mantenidas, que circulan por nuestras calles. Cambiarlas por vehículos limpios cuesta mucho dinero, y ni los municipios ni los pequeños transportistas pueden hacerlo solos. Aquí es donde se necesita un apoyo decidido del gobierno federal, a través de la SEDATU, y de los gobiernos estatales.

En mi experiencia, uno de los nudos más difíciles de desatar es el modelo del 'hombre-camión'. Este sistema, donde cada chofer compite por el pasaje en la famosa 'guerra del centavo', genera un caos peligroso. Fomenta que los conductores se peleen por la gente, que saturen las rutas rentables y que abandonen las colonias más pobres. Además, obliga al usuario a pagar varias veces si necesita transbordar. Poner orden aquí es una tarea titánica para cualquier alcalde. Implica sentarse a negociar con líderes transportistas muy poderosos, crear nuevas estructuras empresariales y modernizar el sistema de cobro. Ciudades como León o la Ciudad de México nos han demostrado que sí se puede, pero se requiere de una enorme voluntad política y técnica.

Finalmente, el reto más doloroso es la desigualdad. Nuestras ciudades no están hechas para todos. Una persona en silla de ruedas, un adulto mayor o una madre con carriola se enfrentan a un viacrucis diario por banquetas rotas, sin rampas y un transporte público inaccesible. Las mujeres, además, sufren constantemente de acoso y violencia. La ley ya nos exige que la movilidad sea universal y segura, pero del papel a la realidad hay un trecho enorme. Un transporte urbano sostenible debe ser, por definición, inclusivo. Esto significa invertir en banquetas dignas, cruces seguros, más vigilancia y, sobre todo, en escuchar a la gente. Los ayuntamientos deben trabajar de la mano con la ciudadanía para diseñar soluciones que de verdad le sirvan a todos, sin dejar a nadie atrás.

Soluciones y el Futuro del Transporte Urbano Sostenible en los Municipios

A pesar de este panorama, hay luz al final del túnel. Muchos municipios en México ya están dando pasos firmes hacia un transporte urbano sostenible. La solución más visible han sido los sistemas BRT, que conocemos como Metrobús, Macrobús o Tuzobús. Recuerdo cuando en León, Guanajuato, lanzaron el sistema Optibús; fue una revolución. Demostraron que no se necesita ser una megalópolis para tener un transporte masivo de primer nivel. El secreto de su éxito no es solo el carril exclusivo, sino la reorganización de los transportistas en empresas. Se acabó la 'guerra del centavo' y se profesionalizó el servicio. Este es el mejor ejemplo de cómo un ayuntamiento decidido puede cambiar las reglas del juego.

Otra solución, que a mí me parece fundamental, es devolverle las calles a la gente. Más de la mitad de los viajes que hacemos en la ciudad son cortos. ¡Podríamos hacerlos caminando o en bicicleta! Por eso, invertir en banquetas amplias, seguras y en ciclovías protegidas es tan importante. Programas como las vías recreativas dominicales han sido clave para que la gente pierda el miedo a la bicicleta y exija espacios seguros. Los sistemas de bicis públicas, como los de Guadalajara o CDMX, son el complemento perfecto para el transporte masivo. Un regidor o un director de obras públicas que entiende esto, se asegura de que cada nueva calle o fraccionamiento se diseñe pensando primero en el peatón. Eso es hacer desarrollo urbano y transporte con visión de futuro.

La tecnología, bien utilizada, es una gran aliada. Las tarjetas de pago electrónico no solo hacen el servicio más rápido y seguro, sino que nos dan oro molido: datos. Con esa información, el municipio puede saber qué rutas necesitan más autobuses, a qué hora, y planificar mejor el servicio. Las apps que te dicen en tiempo real por dónde viene tu camión le devuelven el poder al usuario. Y ni hablar de la electromovilidad. Aunque la inversión inicial es fuerte, los autobuses eléctricos eliminan la contaminación local y son más baratos de operar a largo plazo. Es el camino a seguir, y para ello se necesita que la SEDATU y la SEMARNAT creen programas de financiamiento que ayuden a los municipios a dar ese salto tecnológico.

El futuro del transporte en México depende de que nuestros gobiernos locales dejen de apagar fuegos y empiecen a planificar a largo plazo. Hay que atreverse a tomar medidas que gestionen la demanda de viajes en coche, como los parquímetros o las zonas de bajas emisiones. Son decisiones que al principio pueden ser impopulares, pero son necesarias para financiar un transporte público digno para todos. Y en todo este proceso, la participación ciudadana no es negociable. Los planes de movilidad deben nacer de las calles, en talleres y consultas con los vecinos. Si quieres profundizar en las directrices federales, te recomiendo echarle un ojo al Programa Nacional de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano. Al final, la pregunta sobre qué es el transporte urbano en el siglo XXI se responde así: es un motor de justicia social y una herramienta clave para cuidar nuestro planeta. Los alcaldes y regidores que lo entiendan así, le dejarán el mejor legado a su gente.